Ucrania, centro del tablero geopolítico y emocional de Putin Rusia anunció este fin de semana que unos 10.000 soldados que habían hecho maniobras cerca de las fronteras con Ucrania –de los alrededor de 114.000 que estima el Ministerio de Defensa ucranio, incluyendo los destinados en la península ucrania de Crimea—, volvían a sus bases. Y rusos y estadounidenses conversarán desde el 12 de enero en Ginebra sobre las propuestas rusas para Washington y la OTAN, que incluyen que la alianza ‘desinvite’ a Ucrania y Georgia. Conversaciones que EEUU y la UE esperan que, junto a la amenaza de nuevas y duras sanciones, termine por convencer a Putin de las desventajas de agredir de nuevo al país vecino. La relación de la OTAN con Ucrania la decidirán los 30 miembros de la OTAN y Ucrania, nadie más” Pero en Ucrania, un 84% de la ciudanía cree que Rusia atacará en algún momento, según datos del centro Razumkov. Y el 24% de la población asegura que resistiría “con un arma en la mano” otra invasión rusa. No hay sin embargo ambiente de tensión en Kiev, donde las autoridades han ordenado la inspección y puesta a punto de sótanos e instalaciones que podrían servir como refugios antiaéreos, y donde cada vez más personas se apuntan como voluntarios a las Fuerzas de Defensa Territorial para defender el país y entrenan para el combate cada fin de semana. Tampoco en el Este, donde los ciudadanos luchan por subsistir frente a la falta de infraestructuras, colapsadas y sofocadas tras casi ocho años de guerra. En los pueblos de la línea de contacto, como Tonenke, el último pueblo antes de la ‘zona roja’, la guerra es algo demasiado cotidiano, admite Leonid Shcherbakov. Conductor de autobús jubilado, padre de dos hijos ya adultos y abuelo de tres nietas, cuenta ante una taza de café negro y fuerte que teme más por su esposa, enfermera, y por el resto de su familia que por sí mismo. “No tengo miedo porque esta es mi tierra. Ucrania es mi tierra”, dice. Shcherbakov, de mirada afable, un hombre que emplea gran parte de su tiempo libre en cuidar de las plantas del jardín, saca un pequeño hacha labrado que tiene cerca de la puerta que da al frío de la noche: “Si los rusos vienen me enfrentaré a ellos”.   La segunda petición, si se trata de Ucrania o Georgia, podría llevar a algún tipo de compromiso, apunta un alto diplomático occidental. Pero considerar siquiera la primera supondría una concesión demasiado grande a Putin. “Toda nación tiene el derecho elegir su propio camino”, recalcó el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenbert, el viernes. “La relación de la OTAN con Ucrania la decidirán los 30 miembros de la OTAN y Ucrania, nadie más”, insistió. Además, sería un disparo contra la línea de flotación de Ucrania, que consagra en su Constitución la intención de unirse a la Alianza Atlántica. Aunque esa membresía sea un horizonte demasiado lejano y apenas se haya movido desde la cumbre de Bucarest de abril de 2008, cuando Kiev y Tbilisi recibieron la promesa de que algún día serían parte. Cuatro meses después, Rusia libró una breve pero devastadora guerra en el pequeño país del Cáucaso. EE. UU. promete su apoyo a Ucrania y Rusia responde     Nota de prensa  de   EL CIUDADANO